miércoles, 15 de agosto de 2018

¿Camino al altar?

Después del compromiso, disimuladamente asumido por el tiempo transcurrido en la pareja, puede nacer (o no) el deseo de dar un paso mayor en la unión.
¿Necesidad de sumar?
¿Ganas de aventurarse a más?
¿Completar la historia de amor en su versión legal?

Pensar en el matrimonio trae aparejadas cuestiones del tipo: “me caso por iglesia”, “me uno en civil”, “firmo el concubinato”, “voy a vivir con él sin papales”.

El diccionario de la Real Academia Española define como familia al conjunto de personas que comparten alguna condiciónopinión o tendencia

Formar una familia quiere decir participar en la vida del otro, ayudar y ser ayudada aunque seamos sólo dos. Porque una familia no significa ser muchos en la convivencia. Ser pariente expresa ser unido e interpelado a lo cotidiano del amante.

Entonces podemos hablar de una alianza sin hijos, o con los míos, los tuyos y también con los míos, los tuyos y los nuestros. Formamos familias modernas, ensambladas. Articuladas para optimizar la relación al máximo, con el deseo de progreso juntos y  sin ánimo de sermoniar asuntos individuales del pasado de ninguno.

¿Me quiero casar por mandato? ¿Por qué así lo espera la sociedad de una mujer de más de 30 años?

¿O deseo hacerlo para repetir la historia de mis viejos? Ellos son ejemplo si todavía hoy, después de 40 años de casados se eligen, respetan y valoran como siempre.

¿Prefiero probar conviviendo antes de pasar por el altar?

¿Quiero casarme por iglesia? ¿O sólo pretendo una unión civil que legalice nuestro amor?

Muchas preguntas que me intiman y me hacen reflexionar sobre mis deseos, mis sueños, mis necesidades individuales primeramente y pasionales después.

¿El concubinato es igual al matrimonio?

¿El compromiso solo se expresa con el anillo en nuestros dedos?

Todavía recuerdo cuando creía que una demostración de amor maduro y poco cursi era usar la mitad del corazón colgando del cuello, cuando en realidad esa experiencia  terminó siendo un corazón partido al medio, explotado de decepciones y desamor.

¿Me siento más segura si él demuestra que tiene amante o no necesito ese accesorio para nuestra relación?

Algunos enlaces pueden elegirse (al menos al inicio) por algún tipo de  conveniencia: podemos mencionar los casos de los matrimonios asumidos para obtener una ciudadanía especial, o para mutar del servicio de salud individual hacia el familiar.

También se puede tener en cuenta que dos personas juntas son dos salarios juntos, pero también pueden ser posibles deudas.

Y si tenemos en cuenta cuestiones maritales que sean algo más urgente alcanzamos las que puedan cumplir con el último deseo del compañero cuando hay una enfermedad fatal en el medio (sí, como sucede en las novelas).

Cualquiera haya sido el impulso que originó el deseo en vos para hacer este cambio es  válido. Decidirse a compartir conlleva muchas emociones y situaciones necesarias de experimentar para apreciar el cambio.

Cuando dudes en dar el siguiente paso preguntate ¿Siento que éste es el momento?

Cuando reflexiones acerca del compromiso tené en cuenta que la tuya es sólo la mitad de la responsabilidad, no te preocupes de más.

Si te sentís presionada o simplemente insegura respecto de tu condición sentimental tomate el tiempo que necesites para madurar el deseo hasta que nazca libremente y sin miedos.

Si tu corazón te llama a dar el “siguiente paso” hacelo sin frenos, ni titubeos principalmente hacia vos y también por respeto a tu amado.

Una nueva época se acerca a vos, a la mujer que se transforma en una incansable amante que se conoce y descubre más cuando ama sin perturbaciones.





martes, 22 de mayo de 2018

El humor lleva tu mente a un parque de diversones



Cada vez estoy más convencida que el humor cumple una función muy importante en la vida de las personas. Seguramente te pasó, alguna vez, que te dijeran “nena  ¿te levantaste torcida que estás tan sensible”? o ¿“estás haciendo dieta que tenés ese humor”?

Vayamos por parte, porque se me vienen muchas ideas a la cabeza que tengo ganas de compartir con vos ahora.

El humor de una persona fácilmente se asocia a acciones que se hacen o  dejan de realizarse: de ahí vienen esas frases como: “porque no tiene sexo está así”, o “le vino el periodo y las hormonas le están jugando una mala pasada este mes”.

Ahora bien: ¿vos conocés que es lo que te pone de buen humor? ¿Y qué lo vuelve malo?

Hablar de “bueno” o “malo” hace referencia al efecto que genera en mí: el buen humor me hace bien; el malo me hace mal. Y algo de eso hay, claro ¿a quién le gusta estar de mal humor?

Cuando tocamos este tema se lo suele asociar con la realidad que vivimos, o más bien con la que nos representamos, o cómo reaccionamos frente ella. Te puede pasar lo más maravilloso del mundo, pero ni transmitirselo a tu cara, o podés estar en tu peor momento personal y sin embargo la energía que sentís es tan positiva que no ves nada de malo en lo que te está ocurriendo.

Vas a ver lo que quieras ver, y a actuar en consecuencia, mal que te pese.

Vienen a mi mente muchos dichos conocidos, por ejemplo: “cómo te ven te tratan, y si te ven mal te maltratan, pero si te ven bien te contratan” o “si sucede, conviene”. Frases distintas, pero no menos oportunas para reflexionar sobre la percepción, la visión que tenemos de nosotras mismas, de nuestra vida, nuestro presente, nuestra realidad. ¿Estoy en un momento de plenitud máximo? ¿Logré lo que siempre quise, pero me siento vacía? ¿Debería sentirme feliz? ¿Por qué no me pasa?

Hay nena…. No sabés cómo te entiendo.

Son contradicciones de la vida diaria, de las emociones ¿femeninas? Que nos hacen tan ¿distintas a ellos? Y remarco esto porque a los tipos muuuuuy rara vez podés asociarlos con lo que les está pasando en su presente, ya que generalmente, suelen ser más reservados a la hora de evidenciar las emociones. En cambio nosotras sacamos todo para afuera, todo del interior al exterior, y somos capaces de pasar al extremo opuesto cuando ya logramos lo que tanto queríamos o dejamos de desearlo  una vez que lo conseguimos.

Mi psicóloga me ayuda cuando me nota algo cabizbaja y me aconseja: “hacé lo que te gusta, eso te va a hacer bien” y la pucha que tiene razón, eh! Escribir, cantar, comer, meditar me agrada ¿entonces? Aumento la dosis de eso para levantar mi ánimo si hace falta. Lo útil es poder darse cuenta, identificar lo que no nos gusta o nos pone de mal humor, y aplicar la receta de lo inverso para mejorarnos.

Por eso, a los que te tilden de “malhumorada” “anímate y explícales un poquito que te permitís expresarte, no caretearla con una carita feliz cuando te sentís para el culo, o aparentar que está todo bien aunque te preocupe la guita cuando no llegás a fin de mes.

El humor es parte de nosotros: de ellos y de ellas, de todos. Cada uno hace lo que puede con lo que tiene, o lo que tiene con lo que puede.

Tu mascota, tus amigos, tus hijos, tus viejos, tu tía, tu hermana… son herramientas afectuosas que pueden colaborar en la tarea de conversión de tu chispa, que no sean defectuosas depende de vos!





domingo, 11 de febrero de 2018

¿Actuamos a la defensiva ante un posible ataque de amor?


Muchas veces charlé con amigas sobre el tiempo, la forma, la persona (adecuada o no) y miles de pormenores que se entremezclan en nuestra experiencia del corazón.

¿Cuándo es el momento de enamorarse? O mejor dicho ¿Existe un estado personal que nos acerque a este sentimiento?

Hablar del amor implica involucrar el alma, exponerla a personas que puedan afectar nuestra existencia, y cuando este amor tan deseado por nosotras no existe, o simplemente no es correspondido el enojo nos transforma y confronta con nuestro lado más apenado.

Nos enoja porque el rechazo nos expulsa como el estómago lo hace con la comida que nos cae mal.
Nos ofende y nos quita valor, debilitándonos como la fiebre que nos voltea y hace sentir decaídas durante el tiempo de mayor temperatura.

Nos disgusta al advertir competencia con otras amantes que se postulan y puedan ganar el trofeo pasional.

El amor se convierte en odio cuando nos da bronca el desapego, cuando solo sentimos desinterés y distancia en lugar de atención y  acercamiento.

Cuando estamos mucho tiempo solitarias, nos armamos de una fortaleza que luego es más difícil de derribar, con prejuicios, manías, exigencias que crecen con nuestros años y nos hacen más ¿exigentes? a la hora de elegir un nuevo amante.

Nos podemos volver negativas y frenar de golpe ante la mínima posibilidad de avance de un hombre que nos desee y demuestre al menos algo de interés. 

¿Actuamos a la defensiva ante un posible ataque de amor?

¿La posibilidad de vivir apasionadas nos embarga la razón? ¿Nos vuelve vulnerables o nos quita la seguridad personal?

El temor a sufrir nos puede bloquear hasta el punto de encerrarnos en un ida y vuelta constante con nuestros errores y debilidades más fuertes que nos alejan, cada vez más, del auténtico sentimiento compartido.

Ojalá pudiésemos darnos cuenta de algunas de estas cuestiones antes que nos pasen, o nos permitiéramos dudar pero avanzar, sin miedo a perder o salir lastimadas, porque al fin y al cabo la vida es en parte un poco de todo eso: la cura de la enfermedad, la sonrisa después del llanto y el arcoíris detrás de la tormenta.